por la que lo consiguió.
Es Rodrigo de Triana
el que “¡Tierra!”, así gritó
luego, él fue el primero
que aquello descubrió.
El pilluelo trianero
que le gustaba mirar
ese río de pequeño
donde aprendió a nadar.
Embelesado mirando
cómo el agua bajaba
Rodrigo está pensando
que dónde ella llegaba.
No se hubiera imaginado
que un día se iría
siguiendo aquellas aguas
y muy lejos llegaría.
Cristóbal le preguntaba
cuando en la popa veía
al joven muy pensativo
que hoy, qué le sucedía.
“¿Será esta agua aquella
que por Triana bajaba
en la misma que bañarme
de pequeño me gustaba?”
“No, aquella era dulce
-Cristóbal le informaba-
esta, muy salada está”
seguro le contestaba.
Pensamientos marineros
que surgen al recordar
la tierra donde nacieron
tan lejos del ancho mar.
Crepúsculos compartidos
cuando el sol se alejaba
horas que ellos pasaron
navegando en esas aguas.
“¿La mar salada?”, pregunta
el joven sin comprender
de dónde sale la sal
que no les deja beber.
Sedientos ya todos iban
no podían aguantar
el calor que allí hacía
y sin poderse bañar.
Una noche estrellada
el joven pensando estaba
en su Sevilla que lejos
de allí se encontraba.
Con lágrimas en los ojos