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La Inteligencia Emocional
La Inteligencia Emocional
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La Inteligencia Emocional


Como se ha comentado la importancia de la evaluación de la inteligencia como I.Q., capaz de predecir desde la infancia el desempeño académico y posteriormente el laboral, permite “seleccionar” entre aquellos que van a ser más “productivos” a la sociedad frente a los que no lo van a ser.

Algo que ha sido rechazado por buena parte de la sociedad, que ven cómo “condenan” a las personas menos dotadas, a las que se les da la etiqueta de discapacitados, únicamente por que no pueden rendir como los demás.

En una sociedad donde el éxito se valora en lo que se es capaz de lograr y alcanzar, en ocasiones, individuos con retraso mental, pueden parecer para algunos que “no encajan”; cuando en realidad, estas personas aportan parte de la diversidad humana, tal y como lo hace, la existencia de personas rubias o morenas, altas o bajas…

Sería lo mismo que rechazarlos porque son morenas, o bajas, o gruesas… es decir, porque no cumplen las expectativas “idealizadas” de lo que sería una persona productiva.

Aún hoy en día se sigue luchando por superar los prejuicios que se tienen a la hora de contratar a alguien con retraso mental, para labores que están de sobra cualificados para realizar.

En los últimos años, además, se ha ido cambiando el centro de atención adoptando otras aproximaciones a la inteligencia, no sólo centrado en el I.Q., así se ha prestado especial atención al concepto de I.E., el cual hace referencia a la capacidad de relacionarse, gracias al mundo emocional que le rodea. Esta inteligencia parece estar determinada inicialmente por las experiencias más tempranas y está muy unido al vínculo materno filial y el estilo educativo familiar.

Con posterioridad, la experiencia, el contacto con otros, el ensayo y error, va a permitir que se responda de una determinada forma u otra a las emociones propias y de los demás.

Una capacidad que a diferencia de lo que puede creerse, se puede entrenar y mejorar en su desarrollo, haciendo que personas que con anterioridad no sabían mostrar sus emociones de forma adecuada a la situación, tras un entrenamiento, pueda afrontar cualquier situación sabiendo comportarse emocionalmente de acorde a la misma.

Algo que va a repercutir de forma directa en las relaciones sociales, basadas en emociones, de simpatía, compañerismo e incluso de intimidad.

Con cada persona con las que se encuentra y habla se despiertan distintas emociones, de cuyo manejo puede depender el cierre de un negocio, o el inicio de una relación de pareja.

Aunque en la mayoría de las ocasiones estos contactos esporádicos no van a tener mayores consecuencias, un adecuado desarrollo de la I.E. va a permitir que estos sean satisfactorios, y no se vivan como situaciones estresantes o desafiantes.

La I.E. se refiere a la capacidad de la persona de escuchar su propio cuerpo, es decir, a sus emociones y de reaccionar adecuadamente al medio ambiente, igualmente, a la capacidad de observar y entender las emociones en los demás, de interpretarlas y responder a ello también de forma adecuada.

Con respecto al “origen" de la inteligencia, actualmente y después de grandes discusiones entre los que defendían un origen ambiental frente a los de origen genético, se considera que el 80% de la inteligencia es de base genética y que su desarrollo y potencialidad queda sujeto al esfuerzo y dedicación del 20% restante.

En un estudio conjunto realizado desde el Departamento de Psicobiología, Universidad V.U.; junto con el Departamento de Metodología y Estadística, Universidad de Tilburg y el Departamento de Metodología Psicológica, Universidad de Ámsterdam (Holanda), cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Psychological Science, se realizó un análisis bibliográfico de los artículos científicos publicados con anterioridad sobre ésta cuestión.

Los resultados de veintitrés estudios contradicen las actuales teorías dominantes sobre la inteligencia, indicando que la genética tiene un mayor valor debido un homogéneo efecto de la cultura donde se vive, el cual va a potenciar determinados desarrollos que van a mantenerse en el tiempo en un determinado lugar.

Es decir, la genética parece jugar un papel mayor del que le corresponde, porque las personas se suelen desarrollar en un ambiente que no varía con el tiempo.

Volviendo a la I.E., y basado en lo anterior, se puede afirmar que se nace con una mayor o menor habilidad o capacidad, aunque se puede aprender y mejorar con experiencia social, independientemente del “nivel de partida”.

Así personas con una gran I.E. son capaces de comprender y entender a los demás casi sin necesidad de palabras, lo que también se ha denominado como una mayor empatía. En el otro extremo, estarían aquellas personas con una nula o escasa I.E., alejados de la capacidad de escuchar sus propias emociones y de interpretar correctamente la de los demás.

La aplicación práctica más conocida del ámbito de la I.E. ha sido a través de las técnicas del coaching, orientado inicialmente a ayudar a las personas a encontrar sus valores y motivaciones para alcanzar sus objetivos, actualmente se aplica en muy diversos ámbitos del mundo laboral, ya sea en el empresarial, deportivo, escolar o incluso en el de la salud.

<<El coaching favorece el cambio y para mantener la salud y mejorarla se necesita un cambio de actitud y de comportamiento de los pacientes y de las personas. La salud nos afecta a todos directa o indirectamente (enfermedades familiares…) en algún momento u otro de nuestra vida.

Según la definición de la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud), la salud no es la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar físico, psíquico y mental. Si tenemos en cuenta este concepto amplio, quizá tengamos alguna área en nuestra vida que queramos mejorar. Es bueno reflexionar sobre ello, aunque pensemos que estamos sanos.

Como el coaching usa preguntas, aprovecho para plantear algunas al lector que tienen que ver con aspectos psico-sociales: ¿Tengo amigos?, ¿Tengo tiempo para relacionarme con ellos?, ¿Dedico un rato a la semana al ocio?, ¿y a cuidarme?… mejorar estas áreas es invertir en salud, además de seguir un determinado tratamiento, en el caso de que tengamos una enfermedad>>

    Dra. Jaci Molins Roca, Directora del posgrado universitario de coaching personal y organizacional de la Universidad Rovir i Vigili.

Muchos son los aspectos que pueden incluirse en la I.E., en una sociedad preocupada por los resultados individuales, en ocasiones se "da la espalda" al desarrollo de uno de estos aspectos, la compasión.

La compasión es vista en muchas culturas como una "debilidad" del ser humano; pero si se para a pensar, esto es precisamente lo que le distingue de muchos animales.

Cuando hay una persona anciana, enferma o discapacitada, se "activa" en la compasión, y se tiende a ofrecer ayuda y protección; algo que ya se ha observado en los primeros humanos, al encontrar en enterramientos milenarios restos de personas que en vida tuvieron huesos fracturados cicatrizados, señal de que el grupo atendió y cuidó al accidentado, el suficiente tiempo como para que se curase.

La compasión es lo que moviliza también en las causas solidarias, cuando sucede un problema social o catástrofe, y se recibe ayuda de “verdaderos desconocidos”.

Además, se puede considerar como un protector contra las emociones negativas como la ansiedad, el enfado o el miedo, fomentando la amistad, y las relaciones sociales.

Sin duda, un constructo que está muy relacionado con la empatía, la capacidad de entender las emociones del otro y ponernos en su situación, pero igualmente, está presente en la vida diaria, y se puede usar en mayor o menor medida según el desarrollo emocional, pero ¿Quiénes son más compasivos los hombres o las mujeres?

Esto es lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada por el Departamento de Comunicaciones, Universidad Estatal de California (EE.UU.) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Happiness & Well-Being.

En el estudio participaron seiscientos trece estudiantes universitarios con edades comprendidas entre los 18 a 42 años, de los cuales trescientos diez eran mujeres.

A todos ellos se les administraron una serie de cuestionarios estandarizados, para evaluar el nivel de compasión se empleó el Compassion Scale; para evaluar el nivel de tensión personal a la hora de comunicarse se empleó el P.R.C.A.-24 (Personal Report of Communication Apprehension); para evaluar el nivel de narcisismo se usó el H.S.N.S. (HyperSensitive Narcissism Scale); y por último para evaluar el nivel de agresividad verbal habitualmente empleado se usó el Verbal Aggressiveness Scale.

Como factores principales, los resultados muestran diferencias significativas en función del género en cuanto a la compasión, siendo más elevada en mujeres.

También se encontraron diferencias significativas en cuanto al nivel de tensión en la comunicación y en el uso de agresividad verbal, siendo en ambos casos mayor en hombres.

Por último, no se han encontrado diferencias en cuanto al narcisismo en función del género.

Como factores de interacción, se encontró que cuanto se es más compasivo, se exhiben niveles más bajos de tensión en la comunicación, de agresividad verbal y narcisismo.

Entre las limitaciones del estudio está el emplear únicamente cuestionarios en las evaluaciones, en vez de otras de tipo observacional o role-play para comprobar lo que realmente haría en una situación real.

En el estudio no se ha evaluado la I.E., factor fundamental para comprobar el desarrollo de habilidades de relaciones interpersonales; tampoco se ha evaluado el nivel de alexitimia, relacionado con la capacidad de percibir las emociones en los demás y de dar una respuesta adecuada.

Igualmente, y tal y como indica la autora del estudio, la constatación de diferencias significativas no está acompañada de una teoría que explique dichos resultados, ni sobre las implicaciones que esto conlleva.

La autora también indica que para nuevas investigaciones queda analizar los distintos tipos de compasión, según la proximidad afectiva del destinatario de la misma, así como la autocompasión.

A pesar de las limitaciones anteriores, a diario están surgiendo nuevos estudios que constatan las muchas diferencias hombre-mujer, sin que eso suponga una comparación de "mejor-peor", ni buscando degradar a ninguno de los dos.

Dicho lo cual, el cultivo de la compasión, mediante el desarrollo de la I.E., va a hacer que se tengan menores comportamientos verbales agresivos, y tensiones en la comunicación.

Algo que lejos de hacer más "débil" a la persona, le permite establecer lazos afectivos, de amistad o íntimos, más sólidos y duraderos, a la vez que se tiene una comunicación más cercana y directa, sin tensiones personales ni el empleo de la agresividad verbal.

Pero hasta ahora se ha hablado de inteligencia como algo estático, e inmóvil en el tiempo, alguien ha nacido con un I.Q. y este le va a acompañar el resto de su vida, y eso a pesar de los grandes esfuerzos realizados por parte de las instituciones educativas por aumentar el "nivel" de sus estudiantes, esperando mejorar la inteligencia de los mismos con la educación, pero ¿Se mantiene el nivel de inteligencia lo largo de la vida?

Esto es lo que se intenta comprobar mediante una investigación desarrollada por el Departamento de Psicología, Universidad del Oeste de Illinois junto con el Departamento de Psicología, Universidad Loyola Marymount (EE.UU.) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Intelligence.

Los datos se obtuvieron de un estudio longitudinal multifactorial procedente del Murray Research Archive, que analiza a los participantes durante 30 años, extrayendo los datos de ciento setenta y siete participantes cuando tenían 3 a 4, 11, 18, y 32 años respectivamente.

A todos ellos se les ha administrado a lo largo del tiempo multitud de cuestionarios estandarizados, pero para el estudio únicamente se ha utilizado la información relativa a las altas capacidades denominado Q.-sort Methodology, evaluado mediante el C.C.Q. (California Child Q-Set).

El desarrollo de habilidades académicas fue medido a la edad de 4 años a través del W.P.P.S.I. (Wechsler Preschool and Primary Scale of Intelligence); a la edad de 11 años con el W.I.S.C. (Wechsler Intelligence Scale for Children); y a la edad de 18 años con el W.A.I.S. (Wechsler Adult Intelligence Scale). Además, se tuvieron en cuenta otras variables como el sexo, el nivel socioeconómico y el educativo de los padres.

Los resultados muestran una relación significativa entre los niveles de inteligencia iniciales y los desarrollados en el tiempo, evaluados en el desempeño académico.

Aunque el estudio es claro en cuanto a la capacidad de predicción de la inteligencia, no entra a valorar el papel de la educación sobre la inteligencia y cómo tener un mayor o menor nivel educativo se corresponde o no con una mayor inteligencia, lo que validaría los esfuerzos desde las instituciones educativas, o lo pondría en cuestión si no se encuentra relación entre el nivel educativo y la inteligencia.