âComeré luego. Después de todo, la espera aumenta el apetito. â Y le sonrió amablemente.
La expresión que apareció en ese rostro monstruoso, le pareció a sin embargo a Osvaldo únicamente ridÃcula: a duras penas pudo contener una carcajada. Luego dijo al orco con verdadera simpatÃa a pesar de la fealdad de su huésped:
âGracias. QuerrÃa ponerme a la tarea desde ahora mismo⦠amigo. âMiró finalmente a los ojos al alienÃgena y descubrió que mostraban una luz de bondad que muy raramente habÃa encontrado en sus semejantes.
Dos dÃas después, en el despacho del notario Tommaso Q., este y Lamberto N. estaban esperando la llegada de Osvaldo, ya impacientes al haber pasado treinta minutos de la hora de la cita.
âNo habrá encontrado dónde aparcar âsupuso el notarioâ. En esta zona no es fácil.
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