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El Secreto Oculto De Los Sumerios
El Secreto Oculto De Los Sumerios
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El Secreto Oculto De Los Sumerios


Estaba apabullado con aquello, en verdad que lo del internet no lo tenía del todo claro que fuese útil para una exposición tan seria como la que había conseguido realizar.

Pero bueno, había sido iniciativa de los becarios los cuales parecían estar más próximos a un auditorio distinto al que yo estaba acostumbrado, el público juvenil del que yo tenía poca fe que tuviese ningún interés por la historia y menos por el mundo antiguo.

Aunque la realidad parecía ir en contra de mis convicciones sobre el público que estaría interesado en acudir a la muestra. En el breve periodo que había permanecido abierto se había llenado de alumnos de escuelas e institutos, bien acompañados por sus profesores o como parte de alguna tarea de clase.

Esto había provocado algunas quejas por parte del personal de la muestra, no porque fuesen irrespetuosos o molestasen, sino porque les realizaban consultas tan difíciles a la vez que inocentes que dejaban a los guías sin saber qué responder.

Toda una revolución para mi concepción de un público selecto de nivel socioeconómico alto, filántropo con un interés en la cultura en general y en la historia en particular, que acudían en contestación a invitaciones personales.

En cambio, ahora venían porque lo habían visto en internet o conocían a alguien que le había gustado.

Había oído comentar que en algunas ciudades se daba el fenómeno de Flashmob (Multitud Instantánea) en que una muchedumbre de jóvenes, que entre ellos no tienen ninguna relación ni se conocen, acude en respuesta a una convocatoria multitudinaria.

Para este reclamo emplean todo tipo de medios, ya sean mediante mensajes de móvil, redes sociales o correos electrónicos, para hacer acto de presencia e incluso participar de alguna actividad lúdica masiva concreta, para en pocos minutos disolverse y volver cada uno por donde ha venido como si nada hubiese sucedido.

El primero de estos eventos aconteció en esta misma ciudad en la tienda de Macy´s en el 2003, en que un centenar de personas se reunieron alrededor de una alfombra de la tienda, pasando por las caminatas de zombis y desfiles de espontáneos que andaban por la pasarela improvisada como si fueran modelos.

Luego se ha ido extendido a las ciudades europeas como en Madrid (España) con su congelación masiva en la estación del tren, en que los participantes permanecían inmóviles durante unos minutos o Roma (Italia) donde una multitud acudió a las librerías preguntando por unos libros que no existían.

Y poco a poco al resto del mundo, como en Buenos Aires (Argentina) con las guerras de almohadas o Lima (Perú) con la reunión para hacer pompas de jabón. Pero me sorprendía que, sin llegar a tanto, esa comunicación impersonal de los ordenadores pudiera despertar en los más jóvenes algún interés por el arte antiguo.

Aunque puede que sea así como se han llenado las sesiones de las conferencias más polémicas a la vez que especulativas, en el que tratan de plantear diferentes acercamientos a los hechos desconocidos del mundo sumerio desde las distintas disciplinas científicas, pasando por las filosóficas, hasta llegar a las más imaginativas sin ningún fundamento.

– Bueno, díganos, ¿Qué está buscando? -proclamó el segundo becario animado como si de un reto personal se tratase poniendo sus manos sobre el teclado, agitando los dedos preparándolos para escribir.

– Ah, sí, a ver que recuerdo…, son dos palabras…, la primera era algo parecido a “comida” … y la segunda…, tenía relación con el “fuego”. Mira a ver si puedes encontrar el comentario que contenga alguna de esas dos palabras -apunté sin saber muy bien cómo funcionaba el programa y si con esos pocos datos se podía localizar el comentario que había leído.

– A ver, con “fuego” hay tres, y de estos… -y presentó rápidamente en la pantalla la imagen de tres de las hojas de respuesta escaneadas- vamos a leerlos a ver si dicen algo de comida.

– No importa, es éste -afirmé señalando a la imagen que contenía el dibujo que recordaba haber visto junto con el texto que buscaba- ¿Me lo podéis imprimir?

– ¡Sí, claro!, va a salir por esa impresora en tres, dos, uno, listo -repuso el segundo becario mientras se reclinaba la silla hacia atrás estirando los brazos en alto con cara de satisfacción.

A esto que se incorporó el primer becario que traía arrastrando su silla de oficina para sentarse a ver qué hacíamos y preguntó,

– ¿Nos puede comentar de qué va todo esto?, pues hasta ahora no había mostrado demasiado interés en estos comentarios de los visitantes, quitando cuando nos ayudó a leer unas pocas el resto ni las miró y en cambio ahora nos pide que le busquemos esto -solicitó el primer becario con cierto interés.

– Cuando lo sepa os lo cuento, de momento no os puedo contar nada al respecto, solamente agradeceros vuestra iniciativa y sobre todo vuestra eficacia -manifesté con satisfacción intentando eludir la pregunta.

Los becarios se miraron entre sí y compartieron gesto de no entender la situación, mientras yo aprovechaba para escrutar la hoja impresa que me habían dado con la imagen y el comentario que buscaba.

Tras examinarla detenidamente me quedé un momento traspuesto, pensando en el siguiente paso que tendría que dar para descubrir aquel misterio.

Después de mucho cavilar y ante la imposibilidad de encontrar una solución satisfactoria les planteé mis dudas para intentar averiguar si a ellos se les ocurría algo,

– ¿Es posible saber de quién es?, ¿Hay alguna forma de averiguar los datos del autor de este comentario?

– ¿Cómo dice? -preguntó con asombro el segundo becario, poniendo cara de desconcierto- ¿Quiere que averigüemos quien lo escribió?

– ¡Sí, así es!, ¿Es posible que os lo dé el ordenador? -volví a insistir ansioso sin saber si aquella máquina podría darme la información que solicitaba.

– ¡No lo creo! -afirmó con contundencia el primer becario sonriendo entre dientes y negando con la cabeza, con cara de escepticismo.

– Podríamos saberlo analizando el papel sobre el que se escribió para ver si hay huellas dactilares y luego pasar estas por la base de datos del F.B.I. para conocer su identidad -señaló el segundo becario con tono de mofa mientras echaba el brazo sobre el primer becario y le guiñaba un ojo.

– ¡Sí, claro!, si quien lo ha escribo ha cometido un delito nos saldrá, no sólo su identidad, sino su perfil criminológico -confirmó el primer becario siguiendo con el mismo tono de guasa.

– Vale chicos, lo he captado, no hace falta que hagáis más chistes al respecto. Es un callejón sin salida, sólo quería saber si lo podíais averiguar -repuse con tono molesto intentando retirar aquella absurda cuestión, concluyendo así ese pequeño momento de relax.

– Bueno hay una forma -apuntó pensativo el primer becario mientras se tocaba repetidamente la barbilla con una mano mientras con la otra daba suaves golpecitos con un lapicero sobre la mesa.

– Anda déjalo ya -repuso el segundo becario con tono de que la broma había durado demasiado.

– No, lo digo en serio, mire, esta urna está cerca de la salida, es un lugar por donde han de pasar todos los visitantes y por tanto tiene que estar vigilado por cámaras de seguridad… -indicó el primer becario con tono reflexivo mientras me guiñaba un ojo.

– ¿Tú crees que si yo les llevo este papel a los de seguridad ellos podrán averiguarlo? -le consulté con sorpresa intentando completar en aquella propuesta.

– Por probar no se pierde nada -comentó el primer becario con regocijo.

– Por si le sirve de algo le puedo decir que la nota pertenece a una niña, por la letra que tiene, se parece un poco a la de mi hermana -repuso segundo becario mientras miraba interesado en la pantalla la hoja de respuesta que me habían imprimido.

– Sí, eso mismo es lo que había pensado, gracias por vuestro tiempo chicos, seguir así -agradecí mientras me iba de la sala.

Salí en dirección a la sala de control, dejándoles con su pequeña celebración por haber acertado al meter las hojas de respuesta de los visitantes de la muestra en una base de datos que me había resultado muy útil, pudiéndome con ello ayudar, a la vez que se relajaban.

Tras atravesar un pasillo controlado por vídeo vigilancia llegué frente a una puerta la cual tenía guarda apostado delante que me impidió la entrada, argumentando que no estaba autorizado a estar allí.

Tras protestar enérgicamente conseguí que llamase a su jefe, el cual me autorizó a pasar a aquel centro de control para el que se habían traído un pequeño cerebro electrónico como lo habían llamado los técnicos que acudieron a instalarlo.

– Buenas, soy el comisario de la exposición, quisiera que me ayudasen -expresé enérgicamente con tono firme para captar la atención de alguno de los operarios de la sala los cuales parecían absortos en su tarea de mirar a los monitores.

– No sé quién le ha dejado entrar, pero entenderá que estamos muy ocupados -declaró disconforme uno de los operarios sin separar la vista de las pantallas mientras seguía escrutando que todo estuviese en orden.

– Creo que son los únicos que me pueden ayudar -manifesté desanimado tratando de justificar mi presencia allí dentro a la vez que mostraba la hoja impresa con el dibujo y las palabras de la que suponía sería una niña.

– Díganos a qué ha venido y acabemos pronto -sugirió una mujer desde el final de la sala mientras se levantaba y dirigía hacia donde me encontraba.

Era una mujer menuda, de unos cuarenta años, de piel clara que, con numerosas pecas, y una melena corta rizada y pelirroja. Vistiendo blusa blanca de manga larga y pantalones azules, calzando zapatos con tacones altos de aguja.

Le enseñé la hoja impresa, con el dibujo y aquellas pocas palabras, y le expliqué que quería localizar al autor de la nota, pues era de vital importancia para mí. Ella recapacitó un momento y me indicó en tono de bajo casi murmurando,

– Lo que va a ver aquí no se lo puede decir a nadie, se trata de tecnología que no existe oficialmente lo que nos facilita el poder atrapar a los ladrones. Por tanto, debe permanecer en secreto pues de otra forma dejará de sernos útil para nuestro trabajo.

– Bueno, no creo que sea una ladrona, ni que esté en ninguna base de datos del gobierno de personas en búsqueda y captura -rebatí con tono de mofa- según creo es la letra de una niña, tan inocente como eso.

– No creo que sepa de lo que está hablando, probablemente lo que dice lo ha visto en alguna película o serie de televisión, nosotros somos profesionales de la seguridad y ni se hace una idea de lo avanzada que está la tecnología hoy -precisó chulescamente- observe y calle.

Diciendo esto pasó la imagen a otro compañero, el cual la escaneó y lo introdujo en un ordenador, hecho esto y tras tocar unas teclas, pusieron en la pantalla todas las cámaras de seguridad que había, que para mi sorpresa debían de ser más de cien.