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El Secreto Oculto De Los Sumerios
El Secreto Oculto De Los Sumerios
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El Secreto Oculto De Los Sumerios


Una postura que ha provocado un sentimiento tan dispar, que incluso algunos se han convertido al islán como forma de protestar ante la política de su gobierno. Un momento especialmente delicado para las pequeñas comunidades que se veían excluidas, susceptible de habladurías y desconfianza, alimentado además por el oscurantismo que rodea a los pequeños grupos que en muchos casos se encierran en guetos que a unas causas razonadas y razonables.

A pesar de que por parte de las autoridades y de los propios grupos han querido dar una apariencia de calma, realizando celebraciones de fiestas abiertas a todo el que se quiera acercar para aproximarse un poco a su cultura y forma de sentir, y con ello suplir el miedo a lo que se ignora, a pesar de ello eran pocos los que aprovechaban para acercarse.

Por mi parte como comisario de la exposición había tenido que hablar con múltiples representantes de las distintas minorías que podían tener algo que ver con la temática de la muestra a mi entender, para invitarles a participar o simplemente a asistir, con suerte desigual.

Por lo tanto, no me resultaría difícil intentar ver si en mi agenda había el número de alguien que me pudiese ayudar a averiguar cómo una niña tan pequeña podía saber sobre los misterios de una civilización extinta.

Ya no era tanto por el contenido de su sugerencia, eso del pan y del fuego, sino por la familiaridad con la que hablaba de hechos del pasado como si fuese una tradición viva dentro de su pueblo.

Aquello me intrigaba, ¿Y si no estaba del todo extinguido aquel pueblo?, si por algún extraño capricho del destino de forma clandestina y secreta se había salvado parte o todo el conocimiento del primer pueblo de la humanidad.

A medida que me hacía aquellos planteamientos un extraño calor me inundaba el cuerpo, era como cuando a un niño se le dice que le van a dar un premio, es una emoción de deseo e incertidumbre juntas, unido al ansia por desvelar aquella sorpresa. No me podía ni imaginar la de multitud de cuestiones que la hubiese hecho a aquella niña si me hubiesen dejado, o a sus padres si los pudiese conocer.

Sería como indagar los restos pétreos, las ruinas de las ciudades y templos, las estelas o las figuras de aquel pueblo, para que estos desvelasen el mayor secreto que puede tener un pueblo, su conocimiento. La tecnología que en aquel tiempo era lo más avanzado que existía y que le permitió extenderse y florecer como civilización había sido superada ya desde tiempo de los romanos, pero el saber cómo un humilde pueblo se había convertido en cuna de civilizaciones, era todo un misterio para mí.

Conocía las teorías más variopintas, pero ninguna era concluyente, simplemente se trataba de una posibilidad, pero sin que nadie tuviese la verdad definitiva

¿Y si esta niña lo tenía o su familia?, ¿Y si en secreto lo habían transmitido de generación en generación hasta nuestros días?

Sería un tesoro de incalculable valor para la ciencia, podría cambiar nuestra concepción de nuestra forma de ser y pensar desde los cimientos, daría todos mis años de estudios por conocer esos secretos de existir.

Se trataba de la cuna de la nuestra historia, un hecho olvidado extensivamente por la comunidad científica más centrada en rescatar los viejos misterios de la civilización griega o romana más próximos a nuestros días que en aventurarse a descubrir nuestros orígenes. Incluso los egiptólogos eran vistos con recelo por los demás, como si de unos románticos empeñados en desencantar los secretos de las arenas se tratasen.

Supongo que cada uno investiga según le llega la inspiración o por modas, como suele ser más corriente, ya es justamente a esos últimos a los que les llega más fácilmente la financiación pues tienen mejor prensa en ese momento.

Querer descubrir de dónde venimos, ha sido uno de los grandes asuntos que siempre nos hemos planteado, a los que demasiados han intentado dar fantasiosas explicaciones en vez de centrarse en realizar nuevas averiguaciones arqueológicas o tratar de aprender de pueblo que viven todavía casi sin contacto con el mundo civilizado.

Me asombró enterarme por un noticiario que un colega afirmaba haber descubierto nuevos pueblos humanos que habían permanecido sin contacto con el hombre blanco y para ello aportaba imágenes recogidas desde una avioneta bimotor en donde se podía observar a algunos de sus miembros en actitud agresiva ante la presencia de aquel extraño y ruidoso objeto volador.

Hoy en día parece impensable que un mundo cartografiado por satélites, en el que están continuamente surcando aviones por encima de nuestras cabezas, pueda haber sitios vírgenes donde la especie humana se ha desarrollado sin los rudimentos de nuestra civilización, la electricidad, el petróleo o la penicilina.

Para mí esa sería nuestra definición de desarrollo que hemos adoptado, supongo que habrá otros, aunque lo ignoro, pero si por algún motivo nos faltase alguno de estos tres elementos se acabaría la civilización como la conocemos.

Todos los aparatos eléctricos por definición necesitan electricidad, y sin esta no son más que un montón de cacharos llenos de circuitos inservibles e inútiles. Igualmente, nuestro sistema productivo y nuestros medios de transporte están basados en los subproductos procedentes del petróleo, junto con los envases en los que conservamos la comida, en las botellas y los envases de nuestros líquidos, incluso en la ropa.

Si nos faltase provocaría tal caos que retrasaríamos como civilización cientos de años, todavía recuerdo hace unos pocos años cuando hubo una escalada de precios del crudo y empezó a subir como la espuma el combustible de las gasolineras, así como el de los alimentos en los supermercados.

En unas pocas semanas en algunos pueblos, más alejados del centro se vieron sin suministro, teniendo que hacer largas colas en las pocas gasolineras que todavía distribuían algo para lo cual debían de recorrer inmensas distancias.

Igualmente, la comida de los supermercados desapareció literalmente porque los más precavidos, y sobre todo fruto de un cierto contagio de pánico en la población, hizo que todos quisieran tener provisiones con las que subsistir ante una eventual falta de provisión en los comercios.

Los más incautos que confiaron en la información que a través de la radio y la televisión se emitía intentando reducir el pánico, cuando fueron a comprar apenas encontraron productos, y alguno hasta tuvo que pelearse para conseguir llevárselo.

No me imagino cómo hubiese acabado todo si los gobiernos no hubiesen sacado sus reservas para paliar la escasez, a pesar de que corrían el peligro de agotar sus propias reservas en poco tiempo haciéndoles vulnerables ante la creciente especulación económica que se había formado alrededor de este escaso recurso.

Ahora a pocos años vista de aquello, vivimos sin preocuparnos por lo que podrá suceder en un futuro cada vez más próximo en que acabará esta materia prima fruto de la sobreexplotación de los pozos petrolíferos.

Conociéndolo y visto sus efectos devastadores sobre la sociedad tal y como la conocemos, varios gobiernos han empezado a dar prioridad a los proyectos de energía llamada alternativas, como la solar (procedente de la luz del sol) o la eólica (de la fuerza del viento).

Dejando todavía sin considerar suficientemente otras de igual o mejor rendimiento como la energía undimotriz y la mareomotriz (generada por las olas y las mareas respectivamente) o la geotérmica (procedente del aprovechamiento del calor interior de la Tierra).

Por último, y no por ello menos importante, si careciésemos de los medicamentos, ese gran invento resultado del descubrimiento de la penicilina por Fleming en 1929, se acabaría la civilización tal y como la conocemos.

Esto lejos de ser una posibilidad remota; ya lo habían padecido numerosos pueblos cuando se tuvieron que enfrentar a enfermedades para las que no tenían remedio en que vieron su población diezmada y en algunos casos hasta desaparecieron como pueblo.

Un hallazgo casual, al encontrar en una de sus placas de microscopio un hongo bautizado como “Penicillium Notatum” que había frenado el crecimiento del estafilococo, que cambió la vida, reduciendo la mortalidad infantil, posibilitando la recuperación de enfermedades que de otra forma se convertirían en pandemias y permitiendo una mayor calidad de vida hasta una edad muy avanzada.

Hoy en día se sigue utilizando como antibiótico empleado para tratar múltiples enfermedades infecciosas como la sífilis, la gonorrea, el tétanos o la escarlatina, además de la faringoamigdalitis estreptocócica y la profilaxis de la fiebre reumática entre otras enfermedades.

Sin medicamentos, cualquier pequeña gripe estacional sería decisoria en la merma en los miembros de la población ya que no habría forma de combatir sus efectos por leves que fuesen.

Y no sólo me refiero al peligro de las pandemias actuales de las cuales desconocemos su origen o cura, sino al contagio de enfermedades comunes a las que estamos expuestos diariamente y que gracias a un medicamento genérico como son los antibióticos de amplio espectro tiene un efecto quimioterapéutico a la vez que mitiga el dolor, reduce la fiebre y la inflamación.

¿Qué sería de todos esos enfermos que deben de tomar religiosamente su medicamento para evitar que la enfermedad se extienda?, ¿Cuántos millones y millones están siguen viviendo en el mundo gracias a estos pequeños remedios encapsulados?

Incluso los países más cerrados en cuanto a su cultura, recelosos de la influencia del imperialismo colonial, aceptan toda la ayuda que puedan recibir de los médicos cuando se enferma alguno de sus miembros, sobre todo si estos pertenecen a un estatus elevado dentro de la sociedad.

No me imagino las devastadoras secuelas de una huelga por parte del sector farmacéutico, provocaría al día siguiente un colapso en las farmacias y dispensarios, cientos de personas rivalizando entre sí por aprovisionase de cualquier tipo de medicamento como si les fuera la vida en ello.

Creo que de los tres éste provocaría más siniestralidad, ya no sólo el número de personas que fallecerían a causa de la falta de su medicamento, sino por los efectos perniciosos sobre la propia sociedad, los individuos lucharían y se matarían por conseguir un remedio, una simple pastilla que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Nada más que para evitar la desesperación de no tenerlo cuando le hace falta, o porque haya algún familiar necesitado nos convertiría en lobos al acecho de cualquier infeliz del que se supiese que tiene alguna reserva de medicamentos. Una civilización a mi gusto sustentada en pilares demasiado débiles, pero es la que nos ha tocado vivir.

CAPÍTULO 3. HISTORIA DE IRÁN

Estoy convencido de que algo importante se ocultaba en aquel pueblo sucesor de otros que estuvieron antes que ellos, descendientes del primer gran pueblo de la historia, los Sumerios.

Tenía claro que no me podía acercar a la niña ni a su familia sin que me invitasen y para ello tendría que dar algunas explicaciones, como decir de dónde saqué la foto de la pequeña o quien me autorizó a entrevistarla.

Pero creía que tenía la solución para adentrarme en aquel pueblo tan estigmatizado que frecuentemente se confunde con su vecino Iraq y por lo tanto los tratan a veces con desprecio sobre todo por las fuerzas del orden cuando se van a trasladar de un estado a otro por tren o por avión, y más cuando salen o llegan del extranjero.

Saqué mi agenda y empecé a buscar hasta que di con un arqueólogo que me había ayudado a dar una datación aproximada a aquellas piezas sin catalogar pertenecientes a las colecciones privadas.

Le llamé pues trataba de averiguar si él me podía informar algo más sobre esas tradiciones de aquel pueblo. Tras los saludos iniciales le comenté mi interés por entrevistarnos y él estuvo de acuerdo, así nos citamos para esa misma tarde en un café próximo a la biblioteca.

No me sería difícil de reconocer, era una persona oronda, que vestía siempre traje, camisa y pantalones blancos, sobre la cabeza lucía un sombrero de Panamá del mismo color.

Además, daba la peculiaridad de que era una persona que sudaba mucho por lo que continuamente estaba secándose el rosto con un pañuelo que luego guardaba empapado en el bolsillo superior del traje. Formándose a su alrededor una extraña y simpática mancha de humedad con forma de corazón.

Aquella tarde cuando estaba terminando de tomar el café que había pedido mientras esperaba, llegó y tras disculparse por el retraso me intentó sonsacar por el motivo de mi consulta.

– Mira esta foto -le solicité mientras le enseñaba la imagen que Fátima copió en la hoja de respuesta de la muestra junto con esas pocas palabras, mientras terminaba de vaciar mi vaso.

– Sí, ya veo ¿Qué pasa con ello? -articuló con cara de extrañeza mientras esperaba que la camarera le trajese lo que había ordenado al entrar.

– ¿No te suena de nada? -insistí intentando ver su reacción por si ocultaba algo pues me extrañaba en sobremanera que una niña pequeña lo hubiese visto tan claro y a él no se le ocurriese nada.

– No sé, quizás es el dibujo algo infantil de una de las piezas que catalogamos ¿Qué pasa con esto? -volvió a insistir mientras reclamaba expectante a mis explicaciones mientas echaba un azucarillo sobre su café y lo empezaba a agitar lentamente.

No sabía si decírselo, no podía ser que una niña tan pequeña lo hubiese reconocido sin problemas y él, que era una eminencia en su campo, no tuviese ni idea.