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Bestiario Americano
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Bestiario Americano


No invoques su nombre, no digas su nombre:

Liqichiri, Phistaco, Ñaqaq, Khari Khari.

Los demonios ya no duermen.

Nunca viajes solo por los senderos de Achacachi.

(A veces no busca la grasa sino el tuétano)

Si no hay humanos se alimenta de alpacas.

(Primero te roba el ajayu, luego usa su maquinita)

Se repite el coro

No mires sus ojos, sus cabellos rubios.

El demonio del altiplano.

El demonio de los aymaras.

No invoques su nombre, no digas su nombre:

Liqichiri, Phistaco, Ñaqaq, Khari Khari.

Los demonios ya no duermen.

EL SILBÓN

(Monólogo de un llanero venezolano)

Sonido agudo impulsado por el aire

invade el silencio y rompe las tinieblas:

surge el espanto, los vellos se erizan.

La noche resplandece de oscuridad.

Silbido que rompe el solfeo,

un errante se arrastra a los lejos

entre las sábanas de niebla

proclama la llegada de la muerte.

Su silbo nace como fruto de dolor,

grito de asesino, quejido de parricida.

Maldecido por sus ancestros

carga la osamenta de su progenitor.

Vaga en las llanuras en tiempos de lluvia,

recorre Los Llanos en tiempos de sequía;

mientras descansa un ladrido lo espanta:

el perro Tureco lo sigue hasta el fin de los días.

El silbido penetra en los oídos e infunde frío,

persigue a las embarazadas y a los beodos.

Es largo y desgarbado como una hoz.

Camina con la mirada cabizbaja.

Usa un sombrero que tapa su vergüenza.

Usa una bolsa que curva su espalda.

Usa una pena que lo consume.

Usa un dolor que lo condena.

Si el silbido se escucha cerca,


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