banner banner banner
Nieve De Colores
Nieve De Colores
Оценить:
 Рейтинг: 0

Nieve De Colores


–Este es mi coche, deje las maletas en los asientos de atrás, el maletero lo tengo ocupado.

Lo hice y me senté en el asiento del copiloto, y salimos del aeropuerto internacional Púlkovo en dirección a la ciudad.

Aunque no era tarde pues apenas eran las seis ya parecía una noche cerrada, quizás era por el cambio horario o quizás por las horas de vuelo, pero ya estaba bastante cansado, a pesar de la hora.

–Verá, me he tomado la libertad de cancelar su reserva de hotel.

–¿Qué ha hecho qué? ―pregunté extrañado.

–Mire tengo un alquiler que pagar y me vendría muy bien ese dinero, con lo que usted gastaría en un día me puedo pagar medio mes, mi piso es grande y limpio, se lo pido como favor de compañero a compañero.

–No lo sé, me suena muy extraño.

–Si está un tiempo aquí se dará cuenta que somos buena gente, a pesar de la fama que tenemos en occidente.

»Aunque también tenemos muchas carencias a pesar de tener una gran economía, la riqueza se concentra en unos pocos, y es muy difícil mantener un nivel aceptable de vida, pues muchos tienen dos y hasta tres trabajos.

»Ahora estoy estudiando y trabajando en el periódico, pero como ello no me da para vivir lo suficiente a veces realizo otro tipo de trabajo como de guía para turistas, pues conozco varios idiomas.

–Me sorprendes con lo que me dices, creía que este país que tantos temen estaba mejor.

–Sí lo está, bueno dependiendo de a lo que te dediques, los trabajadores del gobierno reciben buenos salarios, pero el resto, debemos de ganarnos el pan poco a poco.

Después de un momento de pensármelo, la dije,

–Está bien, pero con una condición, me acompañará y me hará de traductora todo el tiempo que necesite, si son tres días como si es un mes.

Ella me miró con los ojos muy abiertos, y sorprendida me preguntó,

–¿Me va a pagar un mes de hotel?, eso sería una millonada aquí.

–Bueno, no, el periódico me ha mandado como máximo una semana, es todo lo que le puedo pagar ―dije recordando la conversación con mi jefe.

–Trato hecho ―me dijo extendiéndome la mano para que se la estrechase.

–Otra cosa más ―dije antes de dar le la mano.

–¿No me había dicho una sola condición? ―me preguntó extrañada.

–Lo que consuma el coche de gasolina se lo pago ―dije mostrándola una leve sonrisa.

–Usted es el que paga, usted sabrá ―dijo devolviéndome el gesto con un guiño.

No entendí muy bien ese gesto, pero parecía que al final empezaba a tener algo de claridad ante todo ese mundo de incertidumbre, había conseguido una traductora que, me servía de chofer y de guía turística, todo el tiempo que necesitase.

Supongo que a ella le venía muy bien, por el aspecto económico, pero para mí había sido un alivio haberla encontrado.

Llegamos a la ciudad, la cual estaba iluminada, cruzamos el centro, bastante despacio, señalándome ella los principales edificios y calles, y aunque ella me repetía varias veces los nombres para que los aprendiese para mí se me hacían impronunciables.

No es sólo porque estuviesen en ruso, sino porque nunca conseguía orientarme cuando iba de copiloto, ya me había pasado con anterioridad que a pesar de llevar meses en algún lugar en que me habían llevado o iba en taxi, no me aprendía ningún nombre de calle o plaza.

En cambio, si era el que conducía en apenas tres meses me sabía todas las calles por las que tenía que ir desde donde vivía al trabajo.

Tras pasar por la parte céntrica nos dirigimos a un barrio escasamente iluminado en donde apenas existían farolas, y las que había iluminaban a poco más de un metro o dos desde donde se encontraba.

Tras este se extendía unos grandes edificios de viviendas de varias alturas, pisos como colmenas donde vivía la mayoría de la población trabajadora según me dijo ella.

Tras dejar el coche en el aparcamiento subimos por las escaleras hasta la tercera planta que es donde se encontraba su piso, y tras pasar varias puertas cerradas, se paró delante de mí y me dijo,

–Recuerda tu trato, voy a cumplir mi parte, pues te toca cumplir la tuya.

–Está bien ―la dije ofreciéndole mi mano.

Ella después de estrechármela, abrió la puerta y dijo,

–Adelante.

Entré sin saber muy bien lo que me podría encontrar, ella vestía de forma moderna, aunque sin ninguna excentricidad, ni piercings, ni tatuajes que se le viesen, ni siquiera pelos de colores.

Sobre el piso, este era pequeño a pesar de lo que ella me había dicho, eso sí, estaba todo limpio y muy ordenado.

Tenía dos grandes habitáculos, el salón, con un sillón que llegaba de pared a pared, con una pequeña televisión, y una estantería de libros, y el cuarto del dormitorio, que tenía el mismo tamaño que el salón.

En éste había una cama doble que ocupaba casi todo el espacio y un armario de ropa, con una minúscula cocina, y el cuarto de baño, y no más.

Las paredes estaban decoradas con papel pintado, y daban un poco de color en contraste con un techo blanco, y un suelo de solería.

Se veía que los muebles no eran nuevos, aunque sí estaban bien cuidados, y el sillón tenía encima una pequeña tela que la adornaba, protegía y cubría.

Eché en falta sillas o mesas donde comer, y se lo comenté y ella me dijo,

–Me sorprende que digas que el piso es pequeño, este es de los más grandes de mi edificio, y además es sólo para mí, normalmente, en un piso como éste, y aún más chicos, conviven una familia de cinco o seis miembros.

»No creo que te puedas quejar, y con respecto a las sillas y mesas para comer, normalmente, lo hago en cerca del trabajo, y la cena la hago delante del televisor, pues no necesito más para ello.

Quizás era una respuesta muy simple pues más parecía un piso de estudiante que no en el que estuviese alguien todo el año, pero como ella decía, tenía todo lo necesario para vivir y de eso se trataba.

En una encimera sobre la televisión tenía un par de figuritas, y un trozo de madera tallado con forma de oso, era bastante rudimentario, pero me llamó la atención y la pregunté sobre lo que significaba.

–Es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi casa, soy de una región próxima, del campo y para mí es muy especial por quien me lo hizo con sus propias manos.

»Además, me recuerda mis orígenes humildes y la suerte que he tenido de tener la vida que conoces, pues muchos quedarán allá en mi pueblo sin más futuro que el sobrevivir con las ayudas del gobierno.

En ella estaba descubriendo un sentimiento de ambivalencia, por una parte, se sentía unida a sus raíces, pero a la vez se sentía orgullosa de haber salido de allí y haberse labrado su propio futuro, pero a la vez se sentía triste por los que no lo pudieron hacer.

Notaba cuando hablaba de su gobierno, que por una parte parecía estar muy agradecida, sobre todo por las oportunidades que a ella se le habían brindado que mientras que por otra tenía un fuerte sentimiento de crítica por la situación económica de los trabajadores y gentes del campo.

Personalmente creo que en ningún país se le da el justo reconocimiento que tiene al sector primario, ya que la agricultura es el sustento y la base de cualquier economía, un sector que empleaba a gran parte de la población rural hasta que llegó la mecanización, así lo que antes hacía una veintena de braceros, ahora uno de ellos con una máquina hace el mismo trabajo en la mitad de tiempo, y con ello llegó el paro en los pueblos.