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La Enfermedad De Parkinson En Tiempos De Pandemia
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La Enfermedad De Parkinson En Tiempos De Pandemia


Los autores encontraron diferencias en cuanto al volumen de la sustancia gris del cerebro especialmente reducida en los pacientes con la enfermedad de Parkinson en la corteza parietal derecha y en la estructura interna del cerebro, en el putamen, responsable de la vía motora y encargada de ejecutar los movimientos aprendidos.

Dos años después se volvió a realizar el mismo estudio con los mismos participantes para ver cómo habían cambiado sus cerebros, aumentando ahora la edad media a 62 años, encontrándose además diferencias significativas en el núcleo pediluvio y en el núcleo pedunculopontino y la región motora del mesencéfalo. Según los autores, es importante descubrir cómo el avance de la enfermedad de Parkinson va afectando a nuevas áreas ya que permite conocer también cómo tratarlo. Hay que indicar, tal y como se verá más adelante, que el padecer la enfermedad de Parkinson va a estar asociado en un alto porcentaje a sufrir trastornos del estado de ánimo.

“Los trastornos del estado de ánimo suelen producirse como resultado de las alteraciones cerebrales que afectan a los ganglios basales, lóbulos frontales y algunos agentes químicos cerebrales como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina.” María Caridad Marín, F.E.P.

Síntomas y Signos de la enfermedad de Parkinson

Es importante conocer que desde el ámbito clínico se lleva a cabo una distinción entre síntomas y signos, a la hora de describir lo que le pasa a la persona:

- Hablamos de signos para referirnos a un dato objetivo que recoge directamente el médico, sobre el estado de salud del individuo, como, por ejemplo, un número reducido de leucocitos en sangre, como resultado de una analítica; alteración en las ondas P según el electrocardiograma; o la presencia de placas “seniles” y neurofibrillas evidenciadas por una T.A.C. (Tomografía Axial Computarizada).

Luego los signos son evidencias indirectas que han de ser interpretadas por el médico sobre los distintos índices que muestra el organismo.

- Los síntomas, por su parte, son la expresión subjetiva de un paciente, sobre un mal funcionamiento de su organismo.

Equivaldría a las quejas o dolencias manifestadas por el paciente sobre su enfermedad; así como la intensidad percibida de molestias o dolores, y suele ser lo primero que evalúa un médico cuando se entra a consulta y pregunta, ¿Qué le pasa?, ¿Qué le ha traído a aquí?

Una vez recogidas las impresiones, el médico suele ahondar en dichos síntomas, con preguntas como, ¿Desde hace cuánto que le pasa?, ¿Estas molestias las definiría como dolorosas o incapacitantes?

A la hora de completar el historial, para establecer si la persona padece un cuadro clínico, el valor de los signos es determinante, frente al de los síntomas, los cuales se tienen en cuenta como indicios a explorar, sin valor diagnóstico por sí mismos.

Hay, además, que realizar una nueva distinción entre los síntomas positivos y los negativos, no se trata de valorarlos como “buenos” o “malos”, ya que cualquiera de ellos es indicativo de que hay un problema de salud y por tanto son todos valorados como “malos” al ser negativos para el normal desarrollo de la vida de la persona:

El síntoma positivo, se define como aquel que está presente cuando no se espera que aparezca en una persona sana de la misma edad, por ejemplo, en la enfermedad de Parkinson, un síntoma positivo sería la presencia de temblores, algo que no se presenta en una persona sin la enfermedad de Parkinson.

El síntoma negativo, por su parte, se define como la ausencia de una capacidad o habilidad que sí se encuentra en una persona sana de su misma edad, por ejemplo, un síntoma negativo puede ser la ausencia del habla, en el caso de una persona que ha sufrido un trastorno craneoencefálico a consecuencia de una caída y al consiguiente golpe en la cabeza, algo presente en una persona de su edad.

Es importante destacar que la distinción entre positivo o negativo se hace siempre en comparación con otros de su misma edad, ya que hay síntomas que pueden estar presentes o ausentes a determinadas edades y no en otras.

“La presencia de síntomas motores tales como temblor, lentitud de movimientos (bradicinesia), rigidez e inestabilidad postural pueden suponer que una persona padezca esta enfermedad.

No obstante, no todos los temblores son debidos al párkinson ni todos los síntomas tienen por qué darse en su conjunto.

Es necesaria una evaluación precisa por parte del neurólogo especialista para descartar otras posibles patologías que presentan síntomas similares.

De la misma manera, existe un marcador emocional que es la presencia de un trastorno de ánimo por depresión y que se da previo a la aparición de los síntomas motores.

De hecho, para muchas personas los síntomas no motores del párkinson (depresión, apatía, desmotivación, trastornos del sueño…) son en su conjunto más incapacitantes que los síntomas motores anteriormente citados.” Marian Carvajal Paje, F.E.P.

Aunque cuando uno piensa en la enfermedad de Parkinson lo hace en sus síntomas principales asociados con el movimiento, no son los únicos, ni siquiera los que más influyen en la calidad de vida del paciente.

Sabiendo que entre el 40 y 80% de los pacientes con la enfermedad de Parkinson deben lidiar además con un problema añadido, el dolor, algo que va directamente en detrimento de su calidad de vida y de las relaciones sociales.

El dolor, cumple una función de aviso al cerebro de que algo no va bien, pero cuando este es crónico, debido a un trauma o enfermedad se convierte en una gran molestia, que afecta no sólo al normal desempeño sino también a su capacidad cognitiva.

El dolor puede cambiar el humor, e incluso “nublar la razón”, eso unido a un fenómeno denominado de sensibilización, por lo que aquel que sufre un dolor crónico, lo vive mucho más intensamente cada día, “aguantando” cada vez menos su presencia.

De ahí que además de la intervención en la enfermedad de Parkinson, estos pacientes deban recibir el tratamiento oportuno para combatir este dolor que los acompaña, pero ¿Se puede mejorar el tratamiento del dolor en la enfermedad de Parkinson?

Esto es precisamente lo que ha anunciado mediante una nota de prensa la empresa Mundipharma International [2] según la cual la empresa ha concluido con éxito la primera investigación rigurosa sobre el tratamiento del dolor en pacientes con la enfermedad de Parkinson analizando los efectos del tratamiento con oxycodone-naloxone (OXN PR).

Entre las características del estudio destaca que se realizó empleando un grupo control al que se le administraba un placebo, así como un diseño de doble ciego, donde ni el paciente, ni los enfermeros que administraban la sustancia sabían si estaban recibiendo el medicamento o el placebo. Evaluado mediante autoinforme empleando para ello una escala de valoración del dolor, medido en varios momentos, hasta cuatro meses desde la administración.

Los resultados muestran diferencias significativas entre los dos grupos, los que recibieron medicamentos frente a los que recibieron placebo, durante los primeros tres meses, perdiendo la eficacia a los seis meses del inicio del tratamiento.

Entre los efectos secundarios no deseados del tratamiento se observó en el 17% de los pacientes, náuseas y estreñimiento.

La nota de prensa no informa del número de participantes, su género, ni en qué etapas de la enfermedad se encontraban.

Una de las limitaciones del estudio es precisamente el método de recogida de datos mediante autoinformes, ya que actualmente se pueden emplear otros métodos más fiables para ello.

A pesar de ello es una gran noticia ya que es el resultado de una investigación rigurosa que ofrece una alternativa a los pacientes con la enfermedad de Parkinson con lo que aumentar su calidad de vida, al reducir el dolor que siente, aparte de tener que padecer el resto de los síntomas de la enfermedad.

A pesar de lo anterior, hay que tener en cuenta que se debe realizar más investigaciones para comprobar que la eficacia de este tratamiento del dolor no interfiera en el empleado para la enfermedad de Parkinson, pues ya ha sucedido en otras ocasiones, que cuando se intentan tratar dos problemas a la vez, a veces los efectos positivos de los medicamentos se anulan entre sí, haciendo perder la eficacia de la intervención.

Por lo que sería conveniente corroborar los datos anteriores con distintos tipos de medicamentos y en distintas fases de la enfermedad para comprobar en qué condiciones es más efectiva la intervención del dolor a través de este método, buscando nuevas alternativas para aquellos pacientes que no responden adecuadamente a este tratamiento, ya sea por encontrarse en una fase avanzada o porque muestre otras patologías asociadas a la enfermedad de Parkinson.

Pero volviendo a los síntomas más evidentes de la enfermedad de Parkinson, los problemas que se presentan en los movimientos, no todos pueden ser atribuidos a esta enfermedad, ya que están también presentes en otras enfermedades, de ahí la importancia de conocerlos y establecer el diagnóstico diferencial oportuno.

A pesar de lo que se pueda pensar, tanto los profesionales como las personas ajenas a las ciencias de la salud, tienen cierto conocimiento sobre las patologías y psicopatologías más frecuentes, pero además existe todo un abanico de enfermedades, trastornos y síndromes que son desconocidos ya sea por su escaso nivel de incidencia o porque no recibe la suficiente atención de los medios de comunicación.

Es por ello por lo que existen los manuales de consulta como el Vademécum en el caso de los médicos y los manuales de diagnóstico, como el C.I.E.-10 [3] o el D.S.M.-V [4]en el caso de los psicólogos y psiquiatras.

A estos se suele acudir cuando un caso no es todo lo suficientemente claro como debiera, al presentarse síntomas que no pertenecen al cuadro clínico que se tiene, o porque no se puede establecer un diagnóstico que conforme todos los síntomas observados.

Pero son tantas las clasificaciones en categorías y subcategorías, sobre síntomas y síndromes, trastornos y enfermedades, que se requiere de cierta especialización para poder dar una mejor atención.

Así los profesionales se especializan por edades, por ejemplo, en los trastornos del desarrollo en la infancia, o por grupos de enfermedades que comparten algunos elementos en común, como por ejemplo las enfermedades neurodegenerativas.

A pesar de todo lo anterior, los profesionales de la salud deben actualizarse periódicamente para conocer las “nuevas enfermedades” o aquellas que han cambiado su incidencia en la población y que ahora son más comunes, o que se presentan en conjunto con otras enfermedades o trastornos, pero ¿Existe relación entre Síndrome de Pisa y la enfermedad de Parkinson?

Esto es precisamente lo que trata de explorarse desde el Hospital “Moriggia-Pelascini”, el Instituto de Ciencias de Pavia, el Instituto de Ciencias de Montescano (Italia) y la Universidad de Tel-Aviv (Israel) [5].

El Síndrome de Pisa se define como una torsión sostenida del tronco de al menos 10 grados, que se puede observar tanto mientras se permanece sentado o de pie, pero que desaparece en cuanto la persona se acuesta.

En el estudio setenta y cuatro pacientes diagnosticados con la enfermedad de Parkinson, a los cuales se les tomaron medidas E.M.G. (ElectroMioGráficas), para comprobar el nivel de desviación de la persona, para ello se realizaron en distintas posturas, incluido mientras permanecían acostados.

Se evaluaron en tres momentos diferentes, en reposo, contraídos hacia la posición natural de los músculos y contraídos al lado contrario al natural.

Se observó que en el 78% de los pacientes se mostraban diferencias significativas en cuanto a la desviación muscular, especialmente sensible para ello el músculo oblicuo externo del abdomen, que fue el que más información proporcionó de todos los evaluados.

Hay que tener en cuenta que tal y como informan los autores, se trata de una primera aproximación para la determinación de un método válido para detectar la presencia del Síndrome de Pisa en pacientes con la enfermedad de Parkinson, por lo que se requiere de nueva investigación al respecto para poder así establecer un procedimiento de diagnóstico más efectivo

El estudio no informa sobre las características sociodemográficas de los pacientes de la enfermedad de Parkinson, ni su edad, ni su género… aspectos fundamentales si se quiere extrapolar los resultados a otras poblaciones.

A pesar de lo anterior, el uso de la electromiografía, técnica muy simple y extendida en la práctica médica, hace que el diagnóstico del Síndrome de Pisa sea más sencillo y eficaz sobre todo si se realiza la evaluación sobre el músculo oblicuo externo del abdomen.

Hay que tener en cuenta, que como en cualquier otro caso, el padecer dos patologías al mismo tiempo, en este caso la enfermedad de Parkinson y el Síndrome de Pisa no hace sino empeorar el pronóstico de la persona, dificultando su recuperación.