Книга ¡polly! - читать онлайн бесплатно, автор Stephen Goldin. Cтраница 3
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¡polly!
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¡polly!

“Ahora es el momento de que el público participe” dijo “Hay un mono ciclo ahí. ¿Podrías traérmelo, por favor?”

Herodotus fue y le trajo el mono ciclo. No se preocupó por darle las gracias, simplemente balanceó la rueda sobre el cable y se subió a él delicadamente, entonces paladeó hacia atrás y luego hacia adelante dos veces de un extremo al otro del cable.

Tras pedalear hasta el centro, se quedó quieta manteniendo el equilibrio y dijo “Ahora, tráeme aquel palo y ese plato que hay ahí.” Herodotus hizo lo que pidió.

El palo tenía casi un metro de largo por algo más de un centímetro de diámetro. Lo tomó por la mitad, puso el plato encima y empezó a darle vueltas. Se lo colocó en el borde de la mano y empezó a girar cada vez más rápido. Cuando vio que había logrado la velocidad adecuada, agarró la barra con ambas manos, tirando su cabeza hacia atrás y balanceando con cuidado el palo sobre su frente. Separó sus manos colocándoselas a ambos lados. Empezó a pedalear hacia delante y hacia atrás a lo largo del cable.

“Aquí es donde imparto el gran secreto del universo” dijo, sin quitar los ojos del plato. “Toda la sabiduría de los antiguos se reducía a una sola palabra: Equilibrio. Mantente en equilibrio y el mundo es tu ostra. Asumiendo que te gustan las ostras, es decir, de otra manera toda la metáfora no tiene valor.”

Ella continuó en la barra sobre su frente durante un minuto. A continuación, la sujetó con su mano derecha, la sacó de su frente y la tiró al suelo. Tomó el plato con su mano izquierda y, mirando a Herodotus, dijo “Cógela” mientras se la tiraba. Mientras tanto, permanecía en el mono-ciclo subida en la cuerda, pedaleando hacia atrás y hacia adelante durante otro minutos sin mostrar esfuerzo alguno.

Al final, se bajo del mono-ciclo de una manera tan fácil como había subido a él, y fue hacia Herodotus. Se agachó y agarró el cable dándole vueltas, dejó caer sus piernas hasta que ella estaba colgando por sus manos, luego se dejó caer ligeramente a la alfombra quedando los brazos triunfantemente sobre su cabeza.

“Muy bien, ahora puedes aplaudir” dijo ella.

Herodotus estaba por encima de cualquier aplauso. A pesar de como se sentía, dijo de una manera entusiasta “¡Fantástico! ¿Eres una profesional?”

Polly bajó las manos y se inclinó. “Nunca me han pagado por ello, así que supongo que eso me convierte en una aficionada con talento. Pero me gusta un poco. ¿Tienes hambre? Siempre tengo hambre después de un entrenamiento funambulista.”

Había pasado mucho tiempo desde el desayuno y ese canapé apenas lo había llenado, pero Herodotus estaba receloso acerca de pedir más generosidad. “Odio molestarte. Ya has hecho tanto...”

“Ningún problema. Llamare a Mario para que nos traiga un snack.”

“Una cosa, ¿te importaría que usara el baño para refrescarme?”

“En absoluto. Mejor que hacerlo en el suelo. Adelante.” lo acompañó hasta fuera del gimnasio hasta el pasillo. “Es la segunda puerta a la izquierda en esa dirección. No entres en la puerta verde. Cuando termines, toma el ascensor hasta el primer piso. Nos veremos allí.”

Fue al servicio, cerró la puerta con llave. Estaba bien tener unos pocos minutos de privacidad. Polly era muy guapa y amable, pero aquello había sido muy... intenso. Sí, había una palabra para definirla. Intensa.

Tomó aire a fondo y abrió los ojos. A continuación los volvió a cerrar. Podría haber imaginado que Polly no tendría un baño cualquiera, pero aquello iba más allá de lo más bestia que se hubiera imaginado.

Abrió los ojos otra vez para contemplar aquello. El papel de las paredes y el techo era un trampantojo que representaba una enorme catedral, quizás echo para tal efecto.

El lavabo estaba, literalmente, en un trono —una elaborada construcción tallada en roble oscuro con incrustaciones de marfil y joyas. Los robustos apoya brazos tenían cabezas de leones al final, y los cuatro pies eran garras con pelotas. La parte de atrás del trono era un terciopelo de color vino, y una luz constante brillaba en el asiento como si viniera de una vidriera arriba. Un rollo de papel higiénico estaba unido discretamente a un lado.

Se dirigió al trono y levantó el asiento con cautela. Para su gran alivio parecía un inodoro ordinario por dentro. Se alivió; entonces, como su esposa, que pronto sería la ex esposa, se recordó a sí mismo, volvió a bajar el asiento. Cuando se inclinó, se dio cuenta de que el papel higiénico parecía un poco extraño. Se acercó para tocarlo.

No era papel. Era de seda.

Caminó hasta el fregadero, que parecía una fuente bautismal octogonal que había visto en su visita a las viejas iglesias. Los accesorios eran todo de oro macizo, y cuando encendía los grifos el agua que fluía hacia afuera era ligeramente perfumada de rosas. Los jabones eran en forma de cisnes pequeños, y las toallas de mano eran de lino plegado en forma de cisne.

Se quedó mirando su reflejo en el espejo mientras se lavaba las manos. “¿Dónde me he metido?” Se preguntó en voz alta en voz baja. “¿Es esta una versión aún más surrealista del Hotel California? ¿Quién es esta chica, y qué es este lugar?”

Sus palabras no tenía respuestas para él, así que se secó las manos y salió de la habitación.

La cabina del ascensor estaba abierta y esperándolo mientras caminaba por el pasillo. Apretó el “1” con cierto temblor, y el ascensor salió disparado como si el cable se hubiera roto, sólo para llegar a una súbita pero suave parada. “Podría ser un paseo emocionante en cualquier parque de atracciones” murmuró.

Salió a la planta baja. No había señales de Polly, así que esperó.

Un gran león macho con una melena completa caminaba casualmente por una puerta. Herodotus instintivamente se quedó de piedra y retrocedió lentamente. Las puertas del ascensor se habían cerrado detrás de él, pero él apretó su espalda tan fuertemente como pudo.

El león lo miró, y él se dio cuenta que era un poco tuerto. Lo miró otra vez, ignorándolo mientras decidió caminar por el salón hacia otra habitación.

Tras unos pocos segundos Herodotus se dio cuenta que le costaba respirar. Decidió tomar aire a fondo para intentar calmar sus nervios.

Polly salió de otra puerta. Se había vuelto a cambiar de ropa, esta vez llevaba unos tejanos ajustados, zapatillas y una camiseta blanca que decía “¡Creo en mi!” en letras azules a la altura del pecho. Incluso con una ropa tan sencilla parecía inmensamente sexy para él.

“Eh” dijo él con indecisión “había un león paseándose por toda la casa.”

“Ah, es Bert. No le des mucha importancia. Seguramente te tiene más miedo que tu a él.”

Herodotus decidió que el tiempo para las sutilezas había terminado. Miró directamente a sus ojos y dijo “¿Quién demonios eres tú?”

Le respondió con una expresión incrédula. “Ya te lo he dicho. Me llamo Polly.”

“¿Polly, que más?”

“¿Polly que más qué?”

“¿Cuál es tu apellido?”

“No, cual es el nombre del tipo de la segunda base.”

“Ya he jugado a esto antes” dijo él de manera irritada. “Dime tu apellido.”

“¿Necesito uno?”

“Todo el mundo tiene un apellido.”

“Cher. Madonna. Prince.”

“Todos estos son nombres artísticos. En verdad nacieron con apellidos.”

“Quizás Polly sea mi nombre artístico.”

“Entonces, ¿trabajas en un escenario?”

“Constantemente” dijo ella con cierta lentitud en su voz.

“Todo lo que quería decir es que—“

“Tu puedes, chico.” sus ojos se iluminaron de repente. “¿Cómo te atreves entrar aquí como si fueras el dueño del mundo y hacerme un interrogatorio de tercer grado? ¿Llevas el móvil en el bolsillo o te alegras de verme? Lo que te importa de mi es el apellido, ¿o si una vez tuvo uno? No te quiero más por aquí. Por favor, vete de una vez.”

Herodotus se dio cuenta de tal cambio abrupto en el carácter de Polly. “Pero—“

“Nada de peros. Vete. ¡Ahora!” dijo apuntando la puerta principal de la casa.

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