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El misterio de Riddlesdale Lodge
El misterio de Riddlesdale Lodge
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El misterio de Riddlesdale Lodge

– Su intención me parece muy loable – respondió el abogado mientras movía con todo cuidado su café – y es digna de crédito, mi querida señora; no obstante, míster Arbuthnot tiene razón al decir que puede ponerla en evidencia… proporcionarle una desagradable publicidad. Yo siempre he sido un cristiano de verdad, pero no creo que nuestra religión exija que nos hagamos presentes…, ejem…, en circunstancias dolorosas.

Míster Parker recordó para sí un dicho de lord Melbourne.

– Después de todo – declaró mistress Marchbanks —, como Helen ha dicho tan sensatamente, ¿qué importa? Nadie tiene, en realidad, nada de qué avergonzarse. Ha sido, por supuesto, un estúpido error; pero no veo por qué no pueden ir a la iglesia los que tengan deseos de ir.

– Evidente, amiga mía, evidente – dijo el coronel en tono caluroso —. Podemos entrar de paso y salir antes que acabe el sermón. Creo que es lo mejor. Eso probará, por lo menos, que no creemos que nuestro querido Denver ha hecho nada malo.

– Olvidas, querido – dijo su esposa —, que he prometido a Mary permanecer con ella en la casa.

– Claro, claro…, ¡qué estúpido soy! – respondió el coronel —. ¿Cómo se encuentra?

– No descansó nada anoche la pobre criatura – dijo la duquesa —. Tal vez logre dormir un poco por la mañana. Ha sido un rudo golpe para ella.

– Lo que prueba, quizá, que es una bendición – dijo mistress Pettigrew-Robinson.

– ¡Querida! – exclamó su marido.

– Me pregunto cuándo tendremos noticias de sir Impey – comentó el coronel Marchbanks, precipitadamente.

– Sí es verdad – gimió míster Murbles —. Cuento con su influencia sobre el duque.

– Por supuesto, debe hablar – dijo mistress Pettigrew-Robinson – para seguridad de todos. Debe decir lo que estaba haciendo fuera a semejante hora o, si no quiere hacerlo, hay que averiguarlo. ¡Dios mío! Por eso es por lo que están aquí estos detectives, ¿verdad?

– Esa es la desagradable tarea que les incumbe – dijo míster Parker de pronto.

No había hablado nada desde hacía mucho tiempo y todos saltaron en sus asientos.

– Tengo la impresión de que usted lo aclarará todo en seguida, míster Parker – dijo mistress Marchbanks —. Tal vez sepa usted ya quién es el verdadero ase…, el verdadero culpable.

– Aún no – respondió míster Parker —. Pero haré todo lo posible por descubrirlo. Además – añadió con amplia sonrisa —, creo que van a ayudarme.

– ¿Quién? – inquirió míster Pettigrew-Robinson.

– El cuñado de su gracia.

– ¿Peter? – preguntó la duquesa —. Míster Parker se divertirá con el aficionado de la familia – añadió.

– En absoluto – respondió Parker —. Wimsey sería uno de los mejores detectives del mundo si no fuera tan perezoso. Solo que nunca podemos conseguir su ayuda.

– He telegrafiado a Ajaccio… poste restante – dijo míster Murbles —, pero sabe Dios cuándo irá a buscar su correo. No dijo nada de cuándo pensaba regresar a Inglaterra.

– Es un pájaro extraño – dijo el honorable Freddy con poco tacto —. Debería de estar aquí, ¿no? Quiero decir que si algo le sucediera al pobre Gerald, se convertiría automáticamente en el jefe de la familia, ¿verdad?.. hasta la mayoría de edad de Pickled Gherkins.

En medio del silencio impresionante que siguió a esta observación, se oyó distintamente el ruido de un bastón arrojado con fuerza en el paragüero.

– ¿Quién puede ser? – preguntó la duquesa.

La puerta se abrió bruscamente.

– Buenos días mis queridos viejos – saludó el recién llegado alegremente —. ¿Cómo están todos ustedes?.. ¡Hola, Helen!.. Coronel, usted me debe media corona desde septiembre del año pasado… ¡Buenos días, mistress Marchbanks!.. ¡Buenos días, mistress P.!.. Bien, míster Murbles, ¿qué piensa usted de este joro…, de este detestable tiempo?.. No te molestes en levantarte, Freddy; sentiría causarte molestia… Parker, amigo mío, ¡qué maravilloso te encuentro! ¡Eres un verdadero poste! ¡Siempre en tu puesto cuando se te necesita!.. ¿Han terminado de desayunar? Hubiese querido levantarme más pronto, pero Bunter no ha tenido valor para despertarme. No quise venir en cuanto llegué, porque eran las dos de la madrugada y no me pareció una hora muy oportuna. ¿Cómo, coronel?.. En aeroplano, De París a Londres en el Victoria… Después, en coche por esas condenadas carreteras hasta llegar a Riddlesdale. Me han dado una cama espantosa en el Lord in Glory, aunque llego a tiempo de que me den de comer la última salchicha… ¿Cómo? ¿Que no hay salchicha, un domingo por la mañana, en el desayuno de una familia inglesa? ¡Dios mío! ¿Adónde vamos a parar?.. Dime, Helen, Gerald se ve metido en un lío esta vez, ¿no? Has hecho mal en dejarle solo; siempre hace tonterías… ¿Qué es esto? ¿Curry? Gracias, viejo, no necesitas ser tan obsequioso. He estado viajando durante tres días sin parar… Freddy, pásame las tostadas… Perdón, míster Marchbanks… Sí, Córcega es un país asombroso. Nada más que chicas bonitas y muchachos con ojos muy negros y navajas en el cinturón… ¡Rayos! ¡Y qué hambre tengo!.. Bunter tuvo un jaleo con la hija del dueño de la posada en una plaza. Ya conocen ustedes lo susceptible que es. ¿O nunca pensaron en ello?.. Escucha, Helen, quise haberte traído de París algunas combinaciones de seda, pero leí que este cochino de Parker se me adelantaba siguiendo el rastro de esas manchas de sangre. Por tanto, hicimos nuestro equipaje y nos marchamos.

Mistress Pettigrew-Robinson se levantó de su asiento.

– Theodore, creo que deberíamos prepáranos para ir a la iglesia – dijo.

– Diré que preparen el coche – dijo la duquesa —. Peter, me alegro mucho de verte aquí. No fue conveniente que te marcharas sin dejar la dirección. Llama, si quieres algo más. Ha sido una lástima que no llegaras a tiempo de ver a Gerald.

– No te preocupes – respondió alegremente lord Peter —. Iré a verle a la cárcel. Es preferible lavar la ropa sucia en familia; eso facilita la cosa, sobre todo cuando se trata de un crimen. Estoy muy preocupado por la pobre Polly[7 - Diminutivo que en Inglaterra se da a las mujeres llamadas Mary.]. ¿Cómo se encuentra?

– Hay que dejarla tranquila todo el día de hoy – dijo la duquesa con decisión.

– ¡De acuerdo! – respondió lord Peter —. No la molestaré. Parker y yo vamos a divertirnos hoy mucho. Va a enseñarme esas huellas de pasos sangrientas… No creas, Helen, que esto es un juramento, sino un adjetivo de cualidad… Espero que la lluvia no las haya borrado.

– No – respondió Parker —. Las he cubierto con macetas.

– Entonces, pásame el pan y la mermelada de naranja – dijo lord Peter – y hazme un relato de todo.

La marcha de los que iban a la iglesia hizo más humana la atmósfera de la casa. Mistress Marchbanks subió al piso para decir a Mary que Peter había llegado y el coronel encendió un enorme cigarro. El honorable Freddy se levantó de la mesa y empujó un sillón de cuero hasta la chimenea, sentándose con los pies apoyados en el guardafuegos, mientras Parker se servía otra taza de café.

– Me figuro que habrás leído los periódicos – dijo.

– Sí, leí la referencia del juicio – contestó lord Peter —. Mira, si me perdonas que lo diga, te diré que me pareció todo un poco sucio.

– ¡Fue escandaloso! – dijo míster Murbles —. ¡Escandaloso! La conducta del coroner fue improcedente. No debió de hacer jamás un resumen semejante. Con un jurado compuesto de campesinos ignorantes, podía esperarse todo. Si yo hubiese podido llegar antes…

– Temo que, en parte, haya sido culpa mía, Wimsey – dijo Parker con aire contrito —. Craikes no está contento conmigo. El comisario de Policía de Stapley nos avisó sin consultarle y, cuando me llegó su mensaje, corrí al despacho del jefe para que me confiara el caso. Pensé que si había dificultades o inconvenientes, a ti te gustaría que fuese yo, y no otro, quien se ocupara del caso. Estaba terminando un asunto que tenía entre manos y no pude tomar el tren, con unas cosas y con otras, hasta la noche. Cuando llegué el viernes, Craikes y el coroner estaban ya de acuerdo como gitanos de una feria. Habían fijado el juicio para aquella mañana… lo cual era ridículo… y preparado la cosa para que las declaraciones de los testigos resultaran tan dramáticas como fuera posible… Solo me dio tiempo a recorrer el terreno (desfigurado, siento decirlo, por las huellas de Craikes y de sus rufianes de la localidad), y no tuve nada que llevar al jurado.

– No te preocupes – dijo Wimsey —. No te hecho la culpa. Además, todo eso hace más emocionante la caza.

– El hecho es – dijo el honorable Freddy – que nosotros no somos populares entre los abogados. Aristócratas vagos y franceses inmorales. Lamento que no oyeras a miss Lydia Cathcart. Te hubiera agradado. Se marchó a Golders Green, llevándose el cadáver con ella.

– Bueno. Me figuro que no habrá nada misterioso respecto al cadáver, ¿verdad? – preguntó Wimsey.

– No – respondió Parker —. El forense fue muy claro. Cathcart recibió un tiro en pleno pecho que le atravesó el pulmón. Esto es todo.

– Pero no se suicidó, téngalo en cuenta – dijo el honorable Freddy —. Yo no he dicho nada para no tirar por tierra el relato de Gerald; pero todo eso de que Cathcart estaba fuera de sí y furioso, son fantasías para mí.

– ¿Cómo lo sabes? – preguntó Peter.

– Amigo mío, Cathcart y yo subimos juntos para acostarnos. Yo estaba un poco disgustado, debido a la baja de unas acciones que me producían una pérdida de dinero considerable. Aquella mañana, durante la cacería, yo no había matado nada. Tenía una apuesta con el coronel a propósito del número de dedos que tenían las patas de los gatos y yo la había perdido. Dije a Cathcart que la vida era un infierno en este maldito mundo o palabras por el estilo. “Nada de eso”, me respondió. “La vida es estupenda. Mañana voy a pedir a Mary que fije la fecha de nuestro matrimonio y nos iremos a vivir a París, donde se comprende el amor”. No recuerdo lo que le contesté y él se separó de mí silbando.

Parker había adquirido un aspecto grave. El coronel se aclaró la voz.

– ¿Qué quiere usted? – dijo —. No podemos hacernos cuenta de lo que pensaba un hombre como Cathcart. En absoluto. Educado en Francia, ya lo saben ustedes. Nada de común con un inglés. Siempre arriba y abajo, abajo y arriba. ¡Pobre muchacho! ¡Es muy triste! En fin, Peter, espero que míster Parker y usted logren descubrir algo. Debemos de procurar que el pobre Denver salga de la cárcel cuanto antes. Es muy doloroso para él, sobre todo con la cantidad de “pájaros” que hay este año. Espero que hará usted una inspección, ¿no, míster Parker?.. Freddy, ¿qué le parece si echásemos una partida al billar?

– ¡Magnífica idea, coronel! – respondió el honorable Freddy —. Tendrá que darme cien carambolas de ventaja, por lo menos, amigo mío.

– ¡Tonterías, tonterías! – exclamó el veterano militar de excelente humor —. Juega usted tan bien como yo.